martes, 20 de marzo de 2012

El pasillo

Había corrido, hasta sentir que podía escaparse y fue en ese preciso momento, que vio el pasillo.

No había nada que perder, su vida lo corría desde que había comenzado la noche.
En la entrada de ese pasadizo, se paró a mirar su realidad. A ver si algo le decía que en ese momento podía equivocarse, aún más de lo que había hecho a lo largo de su existencia.
El silencio fue contundente. Nada en ese lugar parecía reconocerlo. El silencio se filtraba por la paredes y si uno fijaba bien la atención, hasta se podía escuchar un pequeño silbido de aire filtrarse por esas viejas paredes.

Cómo todo en su vida, fue empujado a una decisión, que no permitía elección.

Al entrar al pasillo, sintió que la humedad en ese lugar, se había conservado por años a la sombra. Pero la sombra, que todo lo inundaba en ese pasillo, lo cubrió de sus perseguidores, tan bien, que siguieron su camino olvidando a su víctima.

Se sentó en una vieja banqueta, que se sostenía en el rincón iluminado por la Luna. Miró al cielo, que desde ese lugar se veía más claro, y sintió, quizás por primera vez, una gran tranquilidad en su estado.
Cuanto hacía que no miraba las estrellas...
Cuanto que el piso era el fino equilibro de la mezcla de sus pensamientos y observaciones.
Qué extraña sensación le provocaba pensar con su mirada en el cielo...

Y así discurrió en su realidad, días, meses u años, hasta que ya muy viejo, volvió al pasillo, buscó aquella banqueta y se sentó a pensar en el tiempo vivido.

Pablo Brand

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