miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una historia de amor.

La vista de aquellos que miran el horizonte, cuando todos a su alrededor focalizan.
Aquellos, que desean ese lugar común al que todos podemos acceder.
Esa mirada alejada, que solo demuestra la existencia de la distancia,
que en palabras, siempre la aleja.
Ese momento eterno, de estar entrando a la sala que siempre quisiste.

Ese rock, que todo lo mezcla, en ese preciso instante.
Esa mirada encendida, que todo lo provoca.
Así, así, cómo el mismo humano que avanza creyendo encontrar la realidad,
navega en un temporal, que solo él creo, porque su amor. El verdadero, es el que elige en su propia vida, encontrando el solo más increíble de guitarra, que demuestra quién es el que musicaliza ese lado del humano.

Luego de conocer que el Dios del sexo, se niega a ser encontrado fácilmente, pues las intensidades son las que hacen volver, una y otra y otra vez y así continuar, hasta entenderlo.

Divertida adolescencia antigua, que aún no queriéndose ir...
Vuelves esas tardes soleadas,
esos momentos vividos solo con el cielo.
Esos momentos que nadie puede quitarte
y cómo viento que sopla en la colina,
te desvaneces en algo que no deja de seguirme
en los momentos más difíciles o fáciles.

Y otra vez vuelves,
pero hoy puedo escuchar un poco más,
y saber que quizás cuando nos volvamos a ver,
no te voy a conocer
y tú tampoco.
Y por años, muchos más que destinos,
serenos totalmente desconocidos.

Es por eso que he decidido amar todo.


Desde no se que planeta.
Pablo Brand.
También se, que en la medida que me niegue

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