lunes, 14 de noviembre de 2011

La muerte.

Es en esos momentos en los que te sentís alejado, cuando su presencia no se oye.
A miles de pasos. Habita en tu horizonte más lejano en la juventud. Esa juventud que te recuerda que muy poco conoces de esta realidad.

Transpasando esas puertas, ella estaba allí.
Olvidada...
En el lugar más oscuro de la velada.
Supe reconocerla, pues puedo sentirla. Cuando se acerca, o yo me alejo.
Sin distracciones pasé a contarle, que el Río de la Plata se estaba poniendo linda y pensando en ese lado femenino del Río, me dije: Cuan rápido sabes alejarte de ese tema.
Cómo un pibe joven, entendí que fuera en el río o en un bar o en una ruta o en un recital, siempre que se acercara, la iba a sentir.


Nos miramos un rato, pues el tiempo había pasado.


Dejar de ser uno para serlo todo, sin pensarte en ello como parte. Creyéndose detentores de esa parte, que le corresponde, es que ambos nos sentimos unos tontos... yo más.
Siempre me abían gustado las bromas, incluso hasta para aquellas "h".

Nos volvimos a mirar...
Sonriendo..

Esas puertas, me comentaron que todos los que pasan por acá, núnca quieren volver a pasarlas.
Le pregunté, si era ella que siempre quería a todos de esa manera, o era yo, el único loco de entenderla y aún no formar parte de su espacio.

Me miró y me encantó.

Supe que lo nuestro era amor.
Amor de ese que se comparte con todos.
Amor, ese, que te mira a los ojos y sabiendo que no sos vos, te reconoce, sin edipo, sino en el reflejo del Universo.
Amor que mata, de adentro para afuera.
Amor, que ella tiene...
En lo más profundo de su alma.

Es cuando todo es una gran extención de la realidad que quizás no llegues a entender núnca...
y por ello no hay que preocuparse, porque cerca, todo se ve más claro, más puro, más sabio...
y hasta que te toque, puedes esperar una eternidad.

El miedo.
El miedo de elegir volver, es lo que aterroriza a los que nunca volvieron.
El miedo de elegir volver, pensando que todo lo que se pasó, lo va a encontrar a uno más debil y sin conocimiento. Ese miedo desubicado que transmite lo único que puede transmitir: dudas, cálculos, sumas, restas, divisiones, multiplicaciones, todas signos y símbolos de reyes muertos en esta nueva era.

Miedo, amigo, juntos caminemos al acantilado, porque quizás en el límite de las cosas, tierra, agua y aire, encuentres la bicectriz de ésta realidad. Ven acercate al fuego y juntemos el espacio a una única cosa.

A la vuelta, vamos a volver a ese lugar donde todo es claro.
que ninguno de los dos conoce...
Pero lo siente.


Pablo Brand.